La Malatería de San Lázaro de Padraira y la Solidaridad con el Enfermo en Asturias.
El Camino Primitivo (a Santiago de Compostela) sale de Castro, al oeste del concejo asturiano de Grandas de Salime, que debe su nombre al castro de Chao Samartín, y se encamina hacia Padraira, donde pasaremos por su ermita de San Lázaro, vinculada a la antigua malatería, hospital de malatos o leprosos, que allí existió hasta el siglo XVIII. Estamos muy próximos ya a tierras gallegas pero aún nos aguardan rincones muy interesantes y bellos en el tramo asturiano.
Del antiguo hospital, además de cierta memoria popular, alguna piedra de sus posibles cimientos y, por supuesto, viejos documentos de época, queda únicamente a la vista el santuario del hospital, ermita de San Lázaro de Padraira, actualmente solitaria en medio del bosque que atraviesa el Camino de Santiago en este lugar, al que se abre con su amplio pórtico, pero que antaño estuvo al lado de la más importante vía de comunicación entre Asturias y Galicia por el interior, el Camín Real de Galicia, llamado de diferentes maneras según los tramos y sitios por donde discurría, también Camín Francés, Camín Vello, etc. y que nos envía hacia A Fonsagrada o, antes aún, a la antigua Proba de Burón (A Puebla), lugares de los que también habremos de ocuparnos en su momento en estos artículos.
Se dice que el Camino es el de la antigua vía romana Lucus Asturum (Llugo de Llanera, en Asturias), con Lucus Augusti (Lugo, en Galicia), la cual a su vez seguiría otras sendas basadas en pasos naturales de este a oeste desde la misma prehistoria y que, además, sería la escogida por Alfonso II El Casto en su viaje a Galicia para confirmar que en cierta necrópolis del monte Libredón, cerca de Iria Flavia, se habrían hallado los que se tienen por reliquias de Santiago y sus discípulos Teodoro y Atanasio en algún momento de su largo reinado, en concreto dentro del periodo 812 a 822 aproximadamente. Naturalmente hay parte de historia y parte de tradición y de leyenda en todo ello. Algún día le dedicaremos un poco de oportuno tiempo pero es debate siempre abierto entre historiadores, teólogos y especialistas y público en general.
Pero en esta ocasión vamos a ocuparnos de esta ermita de San Lázaro, sola, como hemos dicho, en medio del Camino, pues hasta el pueblo de Padraira se halla más abajo, en la carretera, apartado del santuario. La ermita se dedicaba al servicio de un hospital de malatos o leprosos que se asegura estuvo emplazado delante de llas y del que nada parecía haber llegado a nuestros días, salvo recalcamos, polvorientos documentos y la memoria popular, hasta que en unas recientes excavaciones se localizaron los cimientos, así como un pequeño cuenco en el que la gentes se lavaban los pies antes de entrar.
La primera noticia que tenemos del Hospital de San Lázaro de Padraira es del año 1581. si bien es casi totalmente seguro que ya existía desde mucho antes y que en origen pudiese ser, como en otros casos, un hospital de peregrinos que se especializó en estos enfermos. Estaría además relacionado con el que existió en Montouto, parroquia de Padrón, concello de A Fonsagrada y que en 1586 estuvo administrado precisamente por un tal Pedro Álamo «de Padraira». Una leyenda, al parecer infundada, atribuye a un tal Pedro de Pedre su creación en una supuesta inscripción que existiría en el puente de Salime, hundido en 1936 y luego anegado por el embalse del Navia, en la que se decía…
«Pedro de Pedre
de Castro natural
hizo el puente de Salime
la iglesia i el hospital
i la catedral de Lugo
donde se fue a enterrar
Abril Año de 1113″
Lo que sí es cierto es que la nobleza y el clero, además de reyes y magnates, solían patrocinar estas fundaciones, pues la lepra y otras enfermedades de la piel que se tenían por el mismo mal, eran una de las lacras más temidas de la antigüedad. Por eso el cuidado o amparo a estos enfermos, que se les mantenía relativamente aislados, era considerada uno de los ejemplos más evidentes de caridad cristiana
El aislamiento no era en realidad estricto, pues pese a las duras disposiciones que pretendían apartarlos de los sanos, solían muchos malatos hacer una vida más o menos integrada en la sociedad, iban a ferias y mercados o comían a la mesa de algunos vecinos que los acogían en momentos de penurias, cuando el hospital no se podía hacer cargo de ellos, dándose casos incluso de casamientos con personas sanas
Por ello no es de extrañar que en la inspección del 31 de diciembre de 1586 que hizo el Licenciado San Tirso en nombre del obispado ovetense se mandaba que «de aquí en adelante los malatos esten recoxidos e no salgan a parte ninguna donde no puedan bolber a dormir en la malatería». Bien es verdad, recalcamos, que muchos males de la piel que se consideraban lepra no lo eran, y por ello se reflejaba que eran los abades de la Colegiata de Grandas, encargados de su administración y que nombraban sus mayordomos veedores y capellanes, quienes controlaban quien era ingresado …» y cuando alguno ubiese de hentrar en la dicha horden lo admita el dicho cura o escusador con que primero traiga liçencia del bicario de Castropol y cedula del bisitador, y si alguno estuviese en dicha horden que no lo fuere, el Cura o escusador lo puedan echar fuera, sacando si truxere cedula del medico como es malato»
En la mencionada inspección de 1586 se estipulan diferente arreglos en el edificio del hospital, su capilla así como en las imágenes del santuario y las casas de los leprosos…
«Primeramente que se compre un misal nuebo y unas binagreras y una sábana y un frontal pa las fiestas, y agan un guardapolbo y una rexa al altar que esta afuera en el cabo, y que lo maderen y losen por arriba y rreboquen y pinten la bista del Sr. San Laçaro y un crucifixo pintado, y el altar de afuera pintado pa escusar el frontal, y que pinten las imajines de la iglesia y retechen en el techo de las casas de los malatos de suerte que no llueba en ellas, y lo mismo a la iglesia y que agan una caba alrededor de la iglesia por que no entre agua en ella, y pongan la campana en un yugo y agan un campanario de ella, lo qual todo cumplan, so pena de excomunión, a costa de dicha horden y malatería, y lo cumpla el mayordomo dentro de seis meses so pena de excomunión, y en defecto el cura lo ebite»
No dejan de llamar la atención las abundantes exhortaciones al buen funcionamiento de la malatería, incluyendo la insistencia en los rezos, lo que da a entender que los preceptos religiosos tampoco eran demasiado estrictos, apuntando la necesidad de que el mayordomo concierte con un capellán una misa cada quince días, procurando sean estos domingos o fiestas de guardar, aparte de las que está obligado a decir el cura de Grandas y que este mayordomo «…compre a cada uno de los malatos que hubiere en la dicha horden un rrosario, a los quales mando so pena de excomunión que, pudiendo o no teniendo impedimento de enfermedad, lo rrecen al día tres beces, una a la mañana y otra al medio dia, y otra a la noche antes que se acuesten, y digan asimismo la Salbe Regina cada tarde, y las abes marías, tañiendo la campana todos los días, y el mayordomo y beedor y capellán les encargo la conçiençia pa que tengan quenta de ber como cumplen lo contenido en este capítulo…»
Naturalmente el capítulo de ingresos, donaciones, etc., era sumamente importante, pidiéndose «que de aquí en adelante haya libro particular pa las quentas…» en el que se escriba lo que abonan los renteros de sus propiedades, que se marque el ganado de la orden y se recuente cada año, condiciones de venta del mismo y de compra y venta de otros bienes, y toda una estricta contabilidad y actividad comercial que garantizase la existencia de la malatería
La vieja capilla fue demolida en el siglo XVII y se construyó esta que vemos hoy en día, que conserva la cava o foso que la separa de las humedades de la ladera. Se conserva la tradición de la existencia del hospital a ella anexo pero no se sabe a ciencia cierta donde, sin duda muy cerca, pues este lugar, monte, fuente y arroyo son llamados de San Lázaro
Este hospital debió de tener siempre pocos enfermos, en 1598 sabemos que solo tres, unos veinte años después sabemos de una tal María López en 1619, María Fernández en 1620, año en el que también están María de Soto y su padre Gerónimo de Soto en un caso de contagio familiar. Miguel de Losas en 1624, Domingo Giraldo en 1630, Magdalena López en 1631, Catalina Fernández en 1652 y María Álvarez entre 1662 y 1676, que debió ser la única en ese periodo y que desde 1672 tuvo una asistenta personal «por estar tullida y no se poder vestir ni regir».
En el momento de su desaparición el Hospital de San Lázaro de Padraira parece quedar sin malatos hasta 1699 cuando ingresa una mujer de la que desconocemos el nombre, si bien ya fallece solo un año después. Es en esos años, concretamente en 1689, cuando se reconstruye la vieja capilla, configurándole el aspecto que presenta en la actualidad
Según el investigador J. Tolivar Faes, de cuya obra Hospitales de leprosos en Asturias durante las edades Media y Moderna extraemos todos es todos datos, da la impresión que la malatería sí hubiese tenido más pacientes en los siglo XIV y XV porque si no no se hubiese siquiera fundado. Así ya sin malatos en 1719 sus bienes eran arrendados por cuatrienios, siendo este hospital intervenido por la Real Audiencia en 1745 y desapareciendo definitivamente en ese siglo
Los ingresos se producían sin necesidad de reconocimiento médico, si bien hay momentos en los que se sí hacía, como es el caso de los firmados por el médico del Cabildo de Mondoñedo…
«Certifico yo el Doctor Correa de Azevedo Médico del Cabildo y Ciudad de Mondoñedo, que aviendo visto a un muchacho de hedad de hasta doce años, que se llama Domingo Giraldo, hijo de Gabriel Giraldo de las govias de Castro de grandas, vezino de San Salvador de grandas, el qual esta enfermo de la lepra de los Arabes, aque en nuestro vulgar castellano llaman del Sr. s. Laçaro. Por lo qual certifico que le pueden recibir entre los mas enfermos de dicha enfermedad, por tener bastante necesidad y ser muy conveniente apartarle de la compania y comerçio de los sanos y sus hermanos, a quien puede pegar el dicho mal. Y lo firmo con mi çertificación, en Mondoñedo 4 de Henero de 630 años»
«Certifico yo el Doctor Correa de Azevedo, Medico del Cabildo y Ciudad de Mondoñedo, que vi la Relación que se me a dado del mal de Madalena López, vezina del concejo de Grandas y muger de Luis Lopez de Graá, la cual conforme la dicha Relación que vi y ba firmada de mi nombre, digo y declaro ser su mal una lepra de los Arabes, a la qual llama el Bulgo mal de s. Lázaro, por lo qual dego que debe ser admitida a la orden del Sancto, conforme a esta mi declaración y certificaçion firmada de mi nombre, en Mondoñedo II de diciembre de 631»
Nos dice J. Tolivar Faes de no haberse hallado información de ningún tratamiento, si bien sabemos que en otras malaterías los cuidados se basaban en una mayor higiene y alimentación y en los baños en fuentes salutíferas. Sí se han recogido consejas populares en Grandas que hacen referencia a los malatos y su mal:
«Laçaro verde
nel monte choraba
que le comía el percebón
e la sarna»
Se trata, según dice el mismo Tolivar, de una versión muy abreviada de la recogida por Aurelio del Llano en otros lugares:
«Lázaro en el monte está
dando voces de agonía,
y la Virgen bien le oía.
-¿Qué haces ahí Lázaro?
-Aquí estoy decípola y decípela
percebún y culebrún,
que aquí me quemo
que aquí me abraso.
-Lázaro: vete a tu casa
y en una escudilla de fresnal,
echarás agua de la fuente prial,
tres silvas de un silvadar,
tres ortigas de un ortigal
y tres arenitas de sal;
mojarás con esto tus llagas
y quedarán sanas y salvas»
En el interior de su amplio pórtico, donde más de un peregrino pasó la noche o se refugió de una tormenta, además de sentarse a descansar en innumerables ocasiones, una reja de madera guarda retablo y altar. A la izquierda hay un tablón de anuncios, un tablero de corcho en el que se clavan cartas, estampas y fotos, tanto de peregrinos en ruta a Santiago como de ofrecidos que van a rogar o agradecer algún don recibido. El retablo es barroco y destaca en él la imagen de San Lázaro que se supone fue la adquirida por esta malatería a finales del siglo XVI. Se representa en él al santo en su iconografía habitual, con las tablillas en la mano por las que se identificaba a los leprosos, quienes debían hacerlas sonar. Hay también un San Francisco de Asís, advocación caminera que rememora la supuesta peregrinación del santo a Santiago en algún momento entre los años 1212 y 1215. Veremos asimismo un San Salvador y un pequeño crucifijo
Afuera, algunas piedras del santuario parecen corresponder a la capilla anterior, si le damos la vuelta al edificio para inspeccionar un momento sus muros exteriores veremos unos gruesos contrafuertes que recuerdan a los de las construcciones góticas, cuyas soluciones arquitectónicas se prolongaron largamente en Asturias y Galicia. Atrás, el ábside semicircular recuerda al románico. No obstante ningún estudio arquitectónico se ha hecho, que sepamos publicado al menos, acerca de las posibles estructuras anteriores sobre las que se hubiese erigido esta capilla de San Lázaro. Una especie de pasillo, a modo de foso, separa este ábside de la ladera en la que se encajó la capilla, sin duda para aislarla y evitar humedades y desperfectos
He aquí un poco de historia general de la antigua malatería de San Lázaro de Padraira, desde ella prontamente llegaremos a Xestoselo, donde pasaremos enfrente de la Casa’l Torneiro, en la que vivió el gran maestro José María Muiña Díaz El Torneiro de Xestoselo, un torneiro de torno de pedal, artesano hacedor de cuencos y recipientes de madera toda una vida, a quien se homenajeó hace años en reconocimiento a su labor por el mantenimiento de esta tradición… pero esta ya es otra historia que habrá de ser contada también en su momento…
XURDE MORÁN, Comunicador
Gestor Cultural especialista en la Espiritualidad del Camino de Santiago