La Buena Muerte
La muerte es dolorosa para el ser humano, porque pensamos como hombres y no como Dios.
El otro día, me preguntaba una conocida sobre cómo estaba mi madre. Yo le dije: «Mi madre está bien, está muerta». Se escandalizaron. Pero no dije nada malo: Mi madre está con Dios, donde me está esperando si yo soy lo suficientemente buena gente (eso lo dejo en las manos de Dios).
Hace bien poco se han muerto tres personas de mi entorno: una compañera de la Iglesia, un señor que era una persona estupenda, cronista de los Valles y amigo de mi marido.
Cada vez que veo aguacates pienso en él, porque era él el que nos proveía de aguacates. La tercera persona era una compañera de coral, que murió en el hospital por un problema de corazón.
Por todos he rezado y sigo rezando. Aparte que el tanatorio donde estaba este amigo, tenía una capilla preciosa, donde poder rezar por su alma.
La muerte hoy en día se esconde. Se suele decir, eso de que “ahí donde esté”. Eso es demagogia pura. Donde puede estar es en el cielo, en el Purgatorio o en el infierno. Todo depende de si tiene cuentas en esta vida o ha sido una persona ejemplar.
Yo creo que Dios es bueno y no nos va a hacer la faena de fastidiarnos después de la muerte.
No creo en puentes con flores, ni caminos hacia el infinito, de lo que están llenos los tanatorios.
Antes, era común la mortandad y no se ocultaba. Los famosos bailes de muertos en la Edad Media, en la que bailaban obispos, papas, labriegos y todas las clases sociales. Eso significaba que nadie se queda aquí para contarlos.
Más tarde los muertos se quedaban las casas y se les velaban rezando por el o la interfecto/a. Y si había dinero, se pagaba a las plañideras, para que lloraran por el muerto.
Ahora todo es más aséptico. Colocan el ataúd, abierto o cerrado en una cámara frigorífica. Se le ponen más o menos flores (depende de los amigos o conocidos del muerto). A veces sólo una foto te recuerda a la persona querida.
Yo ceo en la Resurrección de los muertos y en la Vida Eterna. No me llegan más allá mis neuronas, porque eso de la eternidad, me pilla excesivamente largo para mi poca inteligencia.
Dios es como el viento, que no se oye pero sí se siente.
Yo hace tiempo que no temo a la muerte, supongo que porque me estoy haciendo mayor. Tengo más curiosidad que miedo. Creo que lo primero que preguntaré cuando muera será preguntar al Señor: ¿Qué es esto?.
Me gustan los cementerios, es en los pocos sitios donde hay paz, no hay ruido de coches, ni motores, ni vecinos metiendo ruido. Hay paz, tranquilidad y paseos con flores tranquilos. Con sus cipreses y todo. Y en Navidad les ponen un árbol, para que la luz de Cristo le ilumine.
Claro, que como no conduzco, me conformo con ir al de Faura. Aunque sé que hay cementerios preciosos, donde tienes a personajes ilustres. En Carranza, un pueblo de Vizcaya hay un cementerio donde los “americanos” que era gente que había ido a América y luego habían vuelto, y habían hecho unos panteones alucinantes. Súper bonitos.
También recuerdo a una compañera de Facultad, que preguntó por el cementerio. Yo de Vitoria, recuerdo el frío que hacía y me sabía todas las iglesias habidas y por haber, porque así no me perdía. Aparte que las iglesias en Euskadi, son fresquitas. Aquí no, aquí todas son de piedra de rodeno, que en verano te cueces y en invierno te congelas (con el frío húmedo que casca aquí, que te corroe los huesos)
En fin, que lo mejor como decía San Juan de la Cruz, al atardecer de la vida, se os examinará del amor. Y como decía Santa Teresa: Dios está entre las ollas.
En fin, que espero vivir mucho y que Dios en su Misericordia nos ayude a pasar al otro lado, serenamente y en paz.
Un saludo en Cristo.
M. CARMEN HERRANZ GIMENO
Catequista en Valencia de la Iglesia Católica.