El Silencio y Dios
En el Silencio se encuentra Dios. Por eso, normalmente los monasterios están lejos de la contaminación acústica de los coches y de la gente.
Yo, antes de que tuviera el virus (que me está ayudando a rezar más y mejor), me gustaba ir a un sitio en mi pueblo, donde se veía el mar, se oían los pájaros, se sentían las pisadas. Ahí yo soy feliz porque puedo ver a Dios en todas las maravillas que ha hecho. De paso, está el cementerio, donde a veces iba a rezar por mi suegra. Ahora tengo más gente por la que rezo y rezaré siempre.
El silencio para mi es imposible: tengo tinitus. Pero doy gracias a Dios por el virus, por la otitis, por mis debilidades (que son muchas).
La gente habla de meditar. Yo no medito: rezo. Los no creyentes no piensan lo mismo ¡Allá ellos! Cada uno ocupa su vida en lo que quiera.
Hoy he estado pensando en María José, que murió hace poco y tengo ganas de ir a su nicho. Le comentaba la cantidad de veces que tuvimos roces. Pero también recuerdo que era un poco tosca pero buena gente. Me regaló mucha ropa (de hecho la bata que llevo puesta es de ella).
También he hablado con Bea, que también nos dejó. Buena gente, y en el cielo estará contando sus crónicas sombre esta zona.
Y también a mi compañera Amparo, que murió hace poco.
Es lo que tiene el estar en casa con el virus: que piensas en Dios. Yo el Dios de la Misericordia, o en el Cristo que estaba en la capilla del Tanatorio, o una pintura que vi en un video de un hombre que pintaba y se iba a un monasterio. En la misericordia del Señor creo y sé que nos cuida como el Padre que es. Es cariñoso, amable y le amo con profundidad.
Siempre me han gustado los sitio tranquilos, oliendo la naturaleza. Yo soy muy de San Francisco y me encanta todo lo que hizo. Si no llego a casarme, seguro que sería franciscana. Pero el Señor me destinó aquí. Tengo el mejor hijo del mundo. Un marido estupendo y también amigos que rezar por mí para que me recupere.
El silencio, Dios es silencio, Dios es amor a todo, Dios es la reflexión sobre la vida y la muerte. Estoy totalmente enamorada de Dios. Y cada día más. Cuando era joven tenía vergüenza de que la gente me viera rezar. Yo tenía por entonces un sagrado corazón en casa y le rezaba continuamente. Hombre, cuando llegaba de la Facultad. En la Facultad (que curiosamente estaba en un seminario, compartíamos con los seminaristas la mitad de la Facultad).
También recuerdo estar en un caserío, para practicar el euskara, y me iba por unos caminos y me sentaba en unas piedras donde veía un monte (coronada de cruces) y ahí meditaba sobre Dios. A nadie le importaba, claro.
Lo malo de esta sociedad es que está llena de ruidos, coches a tutiplén. No me gustan las ciudades donde está llena de gente anónima que va a lo suyo, son como robots programados.
En las ciudades la gente pobre pasa desapercibida, no existen. En un mundo loco, que sólo sabe de egocentrismo, que sólo piensan en ellos, no existe Dios
Me encanta El Gran Silencio. Qué gusto que exista un lugar sin conexión a Internet, sin coches y sin nada que te turbe.
Dios es todo para mí. Por eso agradezco la enfermedad que me ha dado. He estado rezando continuamente el rosario. ¡Santa Madre de Dios!
En fin os doy un fuerte abrazo silencioso en Cristo
Que Él nos ayude
Fraternalmente M. Carmen, discípula de Cristo
M. CARMEN HERRANZ GIMENO
Catequista en Valencia de la Iglesia Católica.