Análisis del Libro de la Alianza 2
Hoy veremos el análisis del Libro de la Alianza en lo que respecta a sus partes integrantes y su combinación:
13. Por consiguiente, con lo que acabamos de decir, en el llamado «Libro de la Alianza» se ha combinado una abigarrada colección de fuentes, de escuelas, de elementos, de redactores y de intereses que cabe preguntarse si nos hallamos ante una auténtica unidad literaria y redacciónal o más bien ante una combinación buscada o accidental de elementos completamente dispares, es decir, ante una entidad puramente de composición literaria en el fin de creación ante-histórica de una canonicidad útil.
14. En primer lugar, resulta claro que Éx 23,20-33 no es de suyo la conclusión de un “libro de leyes”, como lo son Lv 26 o Dt 27-30. Es una parte de un discurso severo de Yahweh interpretado, más tarde, utilitàriamentre en el sentido la obediencia a la Ley “recién transmitida” y que ha de ser observada.
En cambio, las palabras encajan perfectamente como una exhortación de Yahweh al pueblo cuando figura que èste abandona el Sinaí. Su sitio original (como afirman algunos) habría sido al final del relato del Sinaí, es decir (puesto que aquí sólo tenemos en cuenta las fuentes más antiguas, (no la P [sacerdotal]), después de Ex 33 o 34.
15. Con esto concuerda el hecho de que Ex 23,20-33, son, en realudad, dos discursos paralelos, que pueden repartirse, usando de la gran imaginación de los críticos, entre las fuentes J [yahwishta] y E [elohista].
Pero cuando cambiaron de sitio esta sección, en época tardía, cuando ya se habían combinado copiosamentre las fuentes J y E, le quitaron su sentido primitivo para convertirlo artificialmente en la conclusión de los preceptos dictados divinamente.
16. Todo ello aumenta nuestras justificadas dudas sobre la pretendida unidad de Ex 20,22-23,33
* Si nos remontamos más arriba de 23,20-33, advertimos la gran semejanza entre Ex 23,(13)14-19 y Ex 34,14-26. Ambas secciones coinciden casi a la letra.
* Se ha pretendido explicar este hecho asignando un «decálogo» (Ex 34) a J y el otro (Ex 23) a E, lo cual no encajaría mal con el frecuente paralelismo entre J y E; y sobre todo explicaría cómo el redactor que combinó J con E pudo convertir el decálogo de J (Ex 34) en sustituto del de E (Ex 23) (
* En Ex 34,1, donde la segunda mitad del verso «lábrate dos tablas de piedra como las primeras: yo escribiré en ellas las palabras que había en las primeras, las que tú rompiste», es un añadido redaccional y armonizante, para reparar el estropicio.
* En cambio si Ex 20 procede de E, habría que aceptar que Ex 34 está concebido como repetición de Éx 20, que en realidad es completamente distinto, y esto plantearía dificultades mucho mayores en el laberinto veterotestamentario.
17. Todo ello hay que tomarlo muy en serio, pero, sÍn olvidar las contrariedades y contradicciones.
* En primer lugar, el resto del material elohista manifiesta una clara indiferencia por el culto de la cultura agrícola, y sería extraño que E precisamente, en el momento decisivo para la religión israelita, cuando se entrega la Ley en el Horeb, colocara las fiestas agrícolas en este punto céntrico.
* Segundo, ya hemos observado que, a pesar de la gran semejanza que existe entre E y J, E corrige fuertemente las perspectivas religiosas de J. Con esto compaginaría el hecho de que E ha sustituido el decálogo cultual de J por otro de tipo ético, que deliberadamente pasa por alto las fiestas agrícolas; también el Deuteronomio, que en muchos puntos se apoya en E, al presentar la legislación sobre las fiestas (Dt.16, 1-7), parece no haber tenido en cuenta originariamente las agrícolas,
* Tercero, Ex 20,1-17 y Ex 24,3-8 forman inclusión mediante la fórmula «todas estas, palabras», que aparece en Ex 20,1 y varias veces en Ex 24,3-8; de modo que Ex 20,1-17 no parece una interpolación procedente de otra fuente o de ninguna fuente, sino parte original del relato elohista, al que pertenece con seguridad Éx 24 3-8.
* Por último, como la escapatoria de derivar Éx 20,1-17 de P, también fracasa ante el hecho de que el relato P, que se ha conservado intacto (Ex 19,1; 24,15b-18a; 25,1 hasta 31,17.18a), no deja sitio (a pesar de Éx 25,16 y Ex 31,18a) para el texto del decálogo; que parece darse por conocido, habremos de contentarnos con derivar Éx 20,1-17 de E y buscar otra explicación que aclare la semejanza o identidad de Ex 23,13-19 y Ex 34,14-26.
18. Muy pronto planteó dificultades el hecho de que el decálogo de Ex 34,14-26, considerado como sustituto del de Ex 20 2. 17, difiera mucho de éste y sólo al comienzo tiene algo en común con él:
* Compárese Ex 20,3-5 con Ex 34,14.17. El redactor de J y E, que combinó, incluso identificándolos, pasajes que no se parecían en nada, por ejemplo, el don de la carne (L, J) y el don del espíritu (E) en Nm 11, pudo presentar los dos decálogos, tan diversos por otra parte, como si fueran idénticos, basándose en que los principios mandamientos eran iguales.
19. Pero autores posteriores sentireron la necesidad de resolver estas dificultades.
* Así, uno de ellos hizo que los mandamientos de Ex 34,14-26 fueran revelados por Dios a Moisés (Ex 23,13-19) antes de la conclusión de la Alianza narrada en Ex 24,3-8, de modo que ahora Ex 34,14-26 es realmente la repetición de los mandamientos que habían sido promulgados con anterioridad (Ex 23,13-19) y que acompañaron la conclusión de la alianza (Ex 24,3-8).
* Prescindiendo de divergencias concretas, fácilmente comprensibles, Éx 23,13-19 corresponde por completo a Ex 34,14-26, sólo que en Ex 23,13-19 faltan los preceptos que se contienen en Ex 20,22-23,12; es decir: Éx 34,17 = Ex 20,23; Éx 34,19-20 = Ex 22,28-29 y Ex 34,21 = Ex 23,12.
20. Por consiguiente, el autor de Ex 23,13-19 debió de encontrar ya el bloque Ex 20,22-23,12 en su lugar actual, o fue él mismo quien lo incluyó aquí. A diferencia de Lv 26 y Dt 27-30, no dice ni una palabra sobre la observancia e inobservancia de la Ley, ni siquiera de la ley precedente; sólo habla de la obediencia o desobediencia al ángel que acompaña a Israel, exactamente de la obediencia que se le debe y del premio correspondiente.
Por Monseñor JAUME GONZÁLEZ-AGÁPITO