Bendición Solemne del Agua en la Epifanía del Señor
El Rito Romano antiguo conservó una especial solemnidad al celebrar la Epifanía del Señor, colocando una Vigilia el día anterior con misa de ornamentos morados, y una ceremonia muy notable por la tarde.
Tras el canto de las Primeras Vísperas de la Epifanía, el oficiante, el diácono y el subdiácono, paramentados con sus respectivas vestiduras en color blanco, se dirigían hasta el lugar en que se realizaría una de las bendiciones de agua más solemnes de todo el año: la Bendición del Agua de Epifanía.
En este rito habría de cantarse la Letanía de los Santos rogando a Dios en las últimas invocaciones que se dignara bendecir y santificar esa agua, trazando sobre ella la cruz. Luego del Pater Noster, se cantaba el Salmo 28, luego el 45 y finalmente el 146.
Seguía el exorcismo contra Satanás y los ángeles caídos (durante el cual se trazaría cerca de 16 veces la cruz), siguiéndole la bellísima antífona «Hódie cælésti sponso» (Hoy la Iglesia es unida con su celestial Esposo, porque Cristo lavó sus pecados en el Jordán; los Magos corren con sus regalos a las nupcias reales; y los invitados son alegrados con el agua hecha vino, aleluya) y luego el Cántico de la Santísima Virgen María: el Magníficat.
Tras un verso y una oración propia de la Epifanía, se realiza el exorcismo de la sal que se mezclará con el agua (aquí se traza cinco veces en distintos versos la cruz), le sigue un exorcismo más al agua (tres veces más se traza la cruz), y la bendición del agua (con una sola cruz). Continuaría el sacerdote mezclando la sal dejándola caer tres veces en forma de cruz sobre el agua, y luego de esta mezcla, tras un verso, cantaría una oración en la que se ruega a Dios «autor de la virtud invicta y rey de un imperio insuperable, y triunfador siempre magnífico», haga retroceder, por la invocación de su Santísimo Nombre y con el uso de estas sal y agua, «toda infestación del espíritu inmundo, y sea desterrado todo terror de la serpiente venenosa; y posándose en nosotros vuestra misericordia, que la presencia del Espíritu Santo esté con nosotros doquiera que vayamos.»
Inmediatamente después realiza una aspersión con esa agua sobre los fieles que han asistido. La solemne bendición concluirá con el canto del Te Deum, un breve responsorio consecuente y sus tres oraciones, más una última que cierra toda la ceremonia.
El agua se distribuye a los fieles para un uso piadoso en sus hogares y para los enfermos.
Fuente: FSSP México