Discurso de Monseñor Luis Marín en la Autobiografía de San Juan XXIII

Monseñor Luis Marín de San Martín

• Gran experiencia internacional. Trabajó como diplomático veinte años en Oriente (Bulgaria y Turquía) y ocho en Francia, en circunstancias no fáciles. Fue también un gran viajero. Esto fortaleció su sentido de familia humana, de fraternidad. “Todo el mundo es mi familia, tan amplia como el mundo entero”, idea que encontramos desarrollada en la encíclica Fratelli tutti, del papa Francisco. Y, en esta línea, Juan XXIII, por primera vez, dedicará una encíclica (Pacem in Terris) no solo a los católicos, sino “a todos los hombres de buena voluntad”.

A lo largo de su vida conoció un mundo convulso y dos terribles Guerras Mundiales. Destaca su incansable tarea a favor de los judíos perseguidos: “Pobres hijos de Israel. Yo siento diariamente sus gemidos en torno a mí. Los compadezco y hago todo lo que puedo para ayudarlos. Son los familiares y los conciudadanos de Jesús”. En todos los puestos diplomáticos que ocupó, supo desarrollar lo que podríamos llamar la “diplomacia del corazón” y la cercanía pastoral, que luego concretará durante la etapa veneciana como patriarca.

• Apertura a la renovación. Su experiencia, estudios y reflexión personal le llevaron a una clara distinción entre lo esencial y lo accesorio en la Iglesia. “No estamos aquí en la tierra para custodiar un museo, sino para cultivar un jardín floreciente de vida y reservado a un futuro glorioso”. Porque la Iglesia no es un vestigio arqueológico para contemplar con curiosidad, sino “la antigua fuente de la aldea, que da agua a las generaciones de hoy como la dio a las del pasado”.

El profundo sentido pastoral que cultivó durante toda su vida le llevó, durante el pontificado, a dar sorprendentes pasos, hoy son asumidos con normalidad. Fue Juan XXIII quien, por primera vez, visitó a los encarcelados y a los niños enfermos en la primera Navidad como papa; quien salió del Vaticano y caminó a pie por las calles de Roma; quien viajó en tren a Loreto y Asís poco antes de la inauguración del Concilio (los papas no salían del Vaticano desde la pérdida de los Estados Pontificios; tan solo Pío XII fugazmente cuando los bombardeos de Roma). También debemos recordar que fue el primer papa que estableció la costumbre de rezar el ángelus con el pueblo todos los domingos a mediodía.

El papa Juan tampoco dudó en tomar decisiones polémicas. Entre otras tenemos las que se refieren al cambio de registro ecuménico, cuando por primera acogió en el Vaticano al primado anglicano; o las que se refieren al ámbito político, cuando recibió en audiencia a la hija y al yerno del dirigente soviético Kruschev. En ambos casos sufrió la censura informativa de los medios vaticanos. Es significativa su reacción cuando, en contra de lo que opinaban sus allegados, decidió responder agradeciendo la felicitación enviada por el mismo Kruschev con motivo de sus ochenta años: “Puede ser una ilusión. Pero también puede ser un hilo que la Providencia me ofrece. Y yo no tengo derecho a romperlo”.