Precisiones sobre los Esoterismos
Y es así (en plural) como hemos de titular esta reflexión, efectuada al hilo de otra anterior también relacionada con el esoterismo, en la que nos cuestionábamos sobre si, ¿cristianismo esotérico o esoterismo cristiano?, a la que remitimos al lector interesado sobre el resultado de la disyuntiva que nos planteábamos, para abordar hoy la noción que nos podamos hacer sobre dicho término de esoterismo.
Hay un esoterismo de “mercadillo” o bazar que se ha extendido ampliamente (señal de que debe ser rentable) por nuestras ciudades, bajo forma de establecimientos especializados y no solamente, (en la actualidad, se brindan tiradas de tarot por teléfono y televisión, con canales dedicados exclusivamente a ello), en los que se ofrecen tanto servicios como artículos englobados bajo dicho epígrafe.
Por lo que concierne a los servicios, nos estamos refiriendo a las artes adivinatorias la tirada de cartas del tarot o baraja española, pero también a una larguísima lista de mancias, que van desde la lectura de los posos que deja el café o el té, la tirada de runas, sin olvidar la astrología, sortilegios varios y diversos para recuperar amores perdidos u obtenerlos de nuevo, constituyendo el ejercicios de magias blancas o negras (sólo que las negras suelen ser más caras) trabajos todos ellos, eso sí, dirigidos por “expertos/as”
En lo concerniente a artículos, encontraremos piedras y amuletos (convenientemente energizados) cuyos poderes nos “protegerán” o “darán” distintas fuerzas. Así mismo, un amplio surtido de imágenes religiosas (especialmente ángeles) para la práctica de la santería, velas de todos los colores (con propiedades naturalmente distintas) y múltiples candelabros.
Todo esto es ofrecido en dichos bazares al aspirante a crearse un dios a su gusto y medida, muy en la línea de lo que decía Groucho Marx: “estos son mis principios, pero si no le gustan, no se apure que tengo otros”. Sin abandonar estos “establecimientos especializados” y formando parte de este esoterismo, podemos encontrar libros sobre ocultismo de autores tales como Eliphas Levy o la teósofa Helena Blavatsky. Esto es lo asociado -aunque no solamente- a la noción de esoterismo mayoritariamente aceptada en nuestra sociedad actual.
No es de extrañar pues que el estamento de la Iglesia condene el esoterismo y todo lo asociado a las artes adivinatorias. Recordemos a Agustín de Hipona: “¿A quién entonces debemos responder primero: a los herejes o a los astrólogos? Porque ambos provienen de la serpiente y desean corromper la virginidad del corazón de la Iglesia, que ella mantiene en una fe inmaculada” (Homilías sobre Juan 8:10 [416 d.C.]). Por su parte, san Isidoro de Sevilla, en el libro Etimologías, se refiere al respecto: “se los llama “adivinos” que es como llamarlos llenos de Dios. Simulan en efecto, que lo están, y con astucias y fraude, profetizan a los hombres las cosas futuras”.
Esta actitud, perfectamente comprensible, aplicada desconsideradamente como norma general, echaría sin embargo en el mismo saco, caminos de espiritualidad recorridos por los grandes místicos de la cristiandad como san Juan de la Cruz, que afirma “al atardecer de nuestras vidas seremos juzgados en el Amor”, Teresa de Avila, cuando proclama: “sin Amor, todo es nada” o Santa Teresa del Niño Jesús, finalmente, que nos deja el perfume de su alma escribiendo:“En el corazón de la Iglesia, mi madre, seré Amor”, sin olvidarnos de la beguina Hildegarda de Bingen.
Conviene no olvidar tampoco que, esoterismo significa también lo que está al interior, en “el corazón” de las cosas o seres. El esoterismo, así comprendido, constituye realmente una hermenéutica, entendiendo ésta como la interpretación teológica de los textos sagrados.
Esta vía de interioridad, de espiritualidad, implica “al hombre de deseo”, abarcando tanto al místico como a la iniciación cristiana, que hace uso del esoterismo cristiano, entendido como ya explicamos en nuestro anterior post a que hacíamos referencia, actuando la práctica ritual propia del Rito Escocés Rectificado, a modo de “ejercicios espirituales”.
Este “hombre de deseo” a que nos referimos, sintiéndose movido por el deseo de aproximación a Dios, pudiéndose establecer el paralelismo siguiente:
- El Místico es movido, en primer lugar, por un impulso de amor a Dios que es, en su caso, la primera forma, la primera expresión del deseo de conocimiento de Dios.
- El iniciado es movido, por el deseo de conocimiento de Dios que es, en su caso, la primera forma, la primera expresión del amor a Dios.
Hno. Ramón MARTÍ BLANCO
Gran Prior Emérito del Gran Priorato de Hispania
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