Sacerdotes y obispos casados en la Iglesia Anglicana
Cuando Dios creo al ser humano dijo: No es bueno que el hombre esté sólo (Gen 2,18); el primer milagro de nuestro Señor Jesús fue en una boda, en las bodas de Caná (Jn 2,1-11); los santos apóstoles, los cuales fueron escogidos por el Salvador eran casados, Cristo sano a la suegra de san Pedro (Mt 8,14-15); todos los apóstoles eran casados, menos san Juan (1 Cor 9,5); los apóstoles guiados por el Espíritu Santo decidieron que sus sucesores (los obispos) fueran casados (1 Tim 3,2), al igual que los presbíteros (Tito 1,6) y los diáconos (1 Tim 3,12).
En los Cánones Apostólicos, el número 5, dice textualmente: «Que ningún obispo, presbítero o diácono expulse a su esposa so pretexto de devoción. Si la expulsa, que sea excomulgado; si permanece inamovible, que le sea quitado el orden sacerdotal.»
El Concilio de Nicea (año 325), después de haber escuchado a san Pafnuncio, dictaminó: «Que el clero podia y debía seguir siendo casado como el Señor Jesús lo había estableció al haber escogido hombres casados para el Santo ministerio.» La Iglesia no es la esposa de ningún sacerdote, obispo o monje, la Iglesia es la esposa de Cristo (Ef 5,22-27; Ap 19,7-9).
San Juan Crisóstomo enseñó: «San Pablo escribió para cerrar la boca a los herejes que condenan el matrimonio, y para demostrar que el matrimonio no sólo es una cosa inocente pero también tan honorable que se puede llegar a ser obispo casado» Homilía II, Epístola a Tito.
San Ambrosio dijo: «Si el pasaje de Ap 14,4 se refiere a la virginidad del cuerpo y no del alma ¡cuántos santos serian excluidos de esta gloria! Porque todos los apóstoles, exceptuando a Pablo y Juan, eran casados.» Homilía II Cor 7,11
San Bernardo explicó: «Quiten de la Iglesia el matrimonio honrado, ¿y no la llenaran de guardadores de concubinas?» Protestando contra la orden de Gregorio VII ordenando el celibato del clero latino.
“Denigrar el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad.” San Juan Crisóstomo, De virginitate 10,1
“De donde voy a sacar la fuerza para describir de manera satisfactoria la dicha del matrimonio que celebra la Iglesia, que confirma la Ofrenda, que sella la bendición, que los ángeles proclaman, y el Padre Celeste ratifica… ¡que matrimonio el de dos cristianos unidos por una sola esperanza, un solo deseo, una sola disciplina, el mismo servicio! Los dos hijos de un mismo Padre, servidores de un mismo Señor; nada los separa, ni en el espíritu ni en la carne; al contrario son verdaderamente dos en una sola carne. Donde la carne es una, también es uno el espíritu.” Tertuliano, ad uxorem 2, 8, 6-7
“Se nos enseña que hay tres formas de la virtud de la castidad; una de las esposos, otra de las viudas, la tercera de la virginidad. No alabamos una con exclusión de las otras… en esto la disciplina de la Iglesia es rica.” San Ambrosio, De viudas 23.
“Te he tomado en mis brazos, te amo y te prefiero a mi vida. Porque la vida presente no es nada, te ruego, te pido y hago todo lo posible para que de tal modo vivamos la vida presente que allá en la otra podamos vivir juntos en plena seguridad…Pongo tu amor por encima de todo, y nada me será mas penoso que apartarme alguna vez de ti.” San Juan Crisóstomo, In espsthulam ad Efhesios, Homilía 20,8
“¿Cómo podremos querer imponer una carga tan pesada, como la que es la del celibato a los diáconos, presbíteros y obispos, si Cristo jamás lo ordeno y los apóstoles fueron casados? Esta innovación es desconocida para la practica de la Iglesia y es contraria a la libertad de hijos de Dios… no lo hagamos por piedad… de lo contrario seremos peor que los herejes y los apostatas.” San Epifanio, (s. IV) Declaración en el Concilio de Nicea.
Muy Reverendo VICTOR MANUEL CRUZ BLANCO
Arzobispo Metropolitano de la Provincia Anglicana del Caribe y la Nueva Granada